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viernes, 14 de agosto de 2009

111 No tienes con quién hablar, habla contigo mismo

Características

Los monólogos están de moda. Es un texto, en la actualidad, que busca la complicidad, el humor, la reflexión, la autocrítica, ... Nos permite mostrar nuestro lado humano. Explora los recursos del  lenguaje coloquial que son también, muchos de ellos, recursos literarios. Si se hace de memoria, se graba, se comparte, ... eso sería el no va más.

Propuesta

Elabora un monólogo. Es decir exprésanos a la sociedad entera eso que sientes, tus experiencias, tus vivencias, ríete de ellas, busca el humor,... Desde lejos te escuchamos, busca nuestra complicidad, nuestra sonrisa. Queremos reír contigo, no reírnos de ti. En realidad todos estamos más o menos igual. Es por ello que podemos entenderte y entendernos. Todos somos cómplices.

Aquí tienes un pequeño esquema de

aspectos relevantes del monólogo



El monólogo: sus entresijos y fundamentos. Habilidades básicas: el ojo y oído clínico, producción de chistes, selección. Los elementos del éxito: sorpresa, credibilidad, verdad y exageración. La víctima. Ideas versus experiencias.

El monólogo y su composición. ¿Qué es un chiste? Set-ups, punchlines, tags y clicks. Recomendaciones: la última palabra, la no-repetición, ser específico. Cómo mejorar la predisposición del público. Gestos y palabras, sencillez y excesos. Redacción del chiste. Lista de cuestiones a tener en cuenta en la redacción.3.

Estructura del monólogo. Secuencias y conexiones: temas y afinidad temática. Propiciar el estado de ánimo del público: primer chiste, cambio de ánimo, las emociones. Elementos complementarios e interesantes: los callbacks y la “espontaneidad”. El personaje: ¿Lupa o telescopio? ¿Qué te va mejor a ti?

UN EJEMPLO



Los monólogos de Dani Rovira

Respuestas

9 comentarios:

Prof (a)Claudia Ceballos M dijo...

Soy la profesora. Pensarán ustedes que soy una entidad supraterrenal y todopoderosa, al menos dentro del salón de clase. De hecho, tengo varias teorías acerca de cómo nos ven los estudiantes; en una de ellas, los chicos nos ven como seres vampirescos que salen de un sarcófago a absorber sus energías, haciendo preguntas que ellos no pueden responder.
Según otra idea, ellos nos ven como una especie de cachivache antiguo que emana algo así como ondas de conocimiento: mientras más lejos estás, más débil es ese campo, de modo que los mejores estudiantes se sientan en las primeras filas. Lo cierto es que no nos ven como personas corrientes y molientes que tienen una labor qué cumplir.
Y el primer día de cada semestre es de incertidumbre. Ya pasaron los días del miedo escénico; cuando usabas el escritorio como escudo y enunciabas cada teorema tartamudeando, en tono de interrogación. Pero hay interrogantes, por ejemplo: ¿tendremos esta vez mejores resultados? ¿Ese joven, Martínez, aprobará por fin? ¿Esta chica, Suárez, empezará por fin a usar ropa que no deje tanto al descubierto? ¿Ese otro chico, Pasquali, pasará de nuevo el 60% del tiempo de clase dormido? ¿Me dormiré yo de nuevo cuando les ponga examen? Dudas existenciales profundas, sin duda.
Pero lo más escalofriante es la Maldición de Mitad de Semestre. En cierto momento, a mediados de período lectivo, te das cuenta de que los estudiantes se comportan como si hubieran visto a los ojos de la Gorgona Medusa; están en los pupitres inmóviles, inexpresivos. Ya no responden tus preguntas, ni siquiera para decir un disparate o para salirte con un "No sé". Han dejado de ser los chicos bulliciosos del principio. Ahora los ves, y te sientes como si estuvieras en un museo de cera, o peor: como si estuvieras ante los ejemplares de una pescadería. Están contigo en cuerpo, mas no en espíritu.
Sólo regresan a la vida al final del período, cuando el tiempo se acaba y los puntos no alcanzan para aprobar. Entonces acuden de nuevo a ti, pero ahora te ven como una especie de Santa Claus que tiene un saco de puntos para repartir entre los que se han portado bien. Esta etapa me da más miedo porque temo que alguno se quiera sentar en mi regazo.
Un trabajo pintoresco sin duda, este de ser profesora.

Pauline dijo...

Seguro que alguna vez, al menos la mayor parte de personas en edad adulta, han tenido la desgracia de tener que acudir a una oficina de empleo. Y es que cuando pensamos en ello la primera vez nos vemos a nosotros mismos recibiendo una decena de ofertas de un funcionario solícito y amable que nos pone todas las facilidades. Nada más lejos de eso, tenéis que saberlo. Y es que ir a la oficina de empleo es como pasar las pruebas en una novela de aventuras... solo que sin aventura, solo con pruebas.
Empezamos con una larga espera en la que pasamos de esperar tranquilamente de pie mientras ojeamos el lugar, a empezar a dar vueltas como un animal encarcelado y, más tarde sentarnos con aire de rendición para esperar mientras miramos fijamente al funcionario que tengamos más cerca, como si así fuese a ir más rápido. Por supuesto, el tiempo comienza a ir cada vez más lento hasta casi detenerse... y justo cuando la última persona por delante de nosotros se levanta de la mesa, casualmente es la hora del almuerzo para los honrados trabajadores, y te quedas ahí con cara de imbécil, que sabes que tienes porque ese funcionario o funcionara te mira con cierta sorna como diciendo: "mala suerte, así son las cosas aquí".
Cuando volvió todo muy bien, excepto cuando me dijo que allí ya no buscaban trabajo a nadie, sino que hay que mirar en internet, aparentemente ellos únicamente informan. Cuando les dije que internet también informa, y mucho más rápido que aquí, el funcionario puso cara de susto y empezó a deshacerse como un vampiro a la luz del día, así que me fui corriendo por si acaso. Así que no hagáis como yo, no vayáis a la oficina de trabajo, porque al final de las pruebas no un tesoro, ni siquiera un trabajo, solo una mañana perdida y una historia kafkiana para no dormir.

Author dijo...

Otro día igual, parece que ya se está convirtiendo en una rutina el que cada día me despierte el telefonillo por uno u otro motivo. Si ya desde hace años creía haber superado aquellas llamadas a bocajarro, cuando estaba a punto de dormir la siesta, con alguna oferta super atractiva para mis intereses y que no me podría perder, ahora parece que es el telefonillo el que ha tomado el relevo para animar mis mañanas de ocio y descanso.
Cuando estoy a punto de alcanzar la cumbre del Everest, en uno de mis mas placenteros sueños, es en el momento de clavar la bandera, cuando oigo a lo lejos, tras las cumbres, ese ring ring tan peculiar del telefonillo, con el tono suficiente para que no lo confundas con una llamada de teléfono, pero con el tono necesario para que acabes por odiarlo si te interrumpe una y otra vez. En fin, problemas del primer mundo, creo que lo llaman.

Florache dijo...

Quién alguna vez no se ha quedado afuera de su hogar por un mínimo despiste? No es la primera vez que me pasa, ya que siempre trato de llevar mis llaves encima. Pero esta vez está completamente justificado que no fue por despiste sino que por mala suerte. Les cuento que vivo en un departamento donde la puerta principal se abre con una tarjeta y a su vez para subir de piso en el ascensor se requiere de la misma, por lo tanto esa tarjeta la llevo siempre en mi billetera.
Estaba esperando una visita importante y tenía la cabeza en cualquier lado, preparando el mate con la pava en el fuego. Suena el timbre, atiendo por el portero y la visita me estaba esperando abajo para que vaya abrirle. Sabiendo que iba a abrirle y volver enseguida, solamente agarro la tarjeta, dejo la puerta entreabierta confiada de que no iba a pasar lo que pasó. No se de donde, pero apareció una correntada de aire que me cerró la puerta y con las llaves de esta adentro no tenía acceso. Seguramente están pensando en que la mejor solución es llamar a un cerrajero, pero no fue mi idea ya que el celular también quedó adentro de casa. Pienso en mi hermano que vive con migo y en ir hasta su trabajo, pero no tenía modo de avisarle que estaba yendo ya que cambió el numero de celular y no lo recordaba. Y tampoco sabía en qué piso estaba ni en qué área, pero fui igual a preguntar por el contándoles a todos lo que me había pasado. Me pasearon de piso en piso, de sector en sector pero no lo encontré, pedí que buscaran en el registro de empleados y no lo hallaban, seguramente habrán pensado que era una loca que venía con una excusa para llegar a él, la verdad que no lo sé hasta el día de hoy. Mientras tanto la visita que me prestó su celular para tratar de ubicar a mi vieja para que me pasara el numero de mi hermano, estaba en mi edificio esperando que llegara el delivery de comida que ya había encargado. Habré llamado 30 veces a mi vieja al celular y al fijo que nunca me respondió. Ya entregada a la mala suerte, volví al centro en busca de un cerrajero que me tenía demora en ir abrir la puerta ya que no podía dejar sólo en negocio, le pedí un numero de urgencia por las dudas que no encontrara otro cerrajero. Vuelvo a mi departamento y voy al cerrajero de la vuelta que estaba cerrado, la visita mientras tanto esperándome en el hall del edificio (una vergüenza bárbara) Me tranquilizó y al ver que nada podíamos hacer y con mucha hambre comenzamos a picar algo de comida ahí mismo. Volví a llamar al cerrajero de urgencia y le tuve que rogar por favor que venga que había dejado la pava en el fuego y la ventana abierta que podría llegar a hacer un desastre. Así que se apiadó de mi ruego y ya tomando conciencia de la ocasión vino enseguida y finalmente pudimos entrar. Por suerte no ocurrió nada con desgracia.. y terminamos comiendo felizmente.

IreneO dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lucky dijo...


Tengo la suerte o desgracia, según se mire de vivir en un bajo. Un lugar sin demasiadas escaleras, en el que se escucha a la perfección la sinfonía de sonidos que se producen en la calle. Puede que parezca entretenido, pero cuando tienes a unos vecinos que se empeñan en comunicarse como en la era de las cavernas, vamos pegando unos berridos que asustarán hasta al Yeti, te hace maldecir muchas veces tu lugar en la comunidad de vecinos.
Pero bueno, no es lo peor de vivir abajo del todo, lo peor de todo de tener tu hogar ahí, es que todo el mundo se piensa que eres el portero de la comunidad y que eres una especie de ser superior que adivina con un simple “abre” o “yo” quien está pulsando el botón del telefonillo.

Redacciones JaimesWorking dijo...

Amanecí de pronto en aquel lugar en el que tanto había deseado estar, en donde la naturaleza emites sus sonidos sin ser interrumpidos por la exorbitante ciudad, la magia de sentir paz y tranquilidad se demostraba en el hecho de mantenerme en mi cama a pesar de la hora en la que me encontraba, sin embargo, con la mayor relajación posible emitida en mis sueños, un extraño golpecito frió merodeaba mi espalda, según mis sueños era una hermosa creación de la naturaleza a al que se la llaman cascadas en donde yo me encontraba, sin embargo, aquella realidad empezó a escaparse poco a poco de lo que parecía, pues sentía que ya no era divertido sino que el frió estaba ganándole a mi resistencia contra él, hasta que pronto descubrí de un salto al suelo, que una pequeña gota ya me tenía casi inundada (jajajaja), mientras dormía.
Por suerte, la diversión del momento se volvió más extensa, al descubrir que no solo era a mí, a quien nuestro hogar nos inundaba los sueños, y desde muy lejos se escucharon un montón de risas que tranquilizaron el momento, entonces decidí que era momento de resolver la situación, y seguir disfrutando de aquello que la vida me estaba dando en este momento.

Unknown dijo...

Y volvemos de nuevo al mismo cuento, que tanto la buena presentación puede llegar a pecar lo suficiente como para convertirse en esa vanidad que a nadie sirve. Y basta pensar en un evento social donde el vestir de buen ver es indispensable, más sin embargo el gusano vanidoso comienza a picar en el interior del ser: “Ponte la mascarilla de pepino”, “usa el exfoliante de piña”, “quita tus bellos de aquí, de allá, y … sí, también de ahí”. La frontera del fin de una y el inicio de otra cosa es tan delgada que todo aquel que no tiene el cuidado suficiente puede llegar a confundir ambas fácilmente. Nunca falta esa visita inesperada de los amigos: “hola, me vine por la ciudad unos días, debemos vernos, dame tu dirección, tu cocinas y yo llevo las bebidas”. Fatal desenlace para la amistad cuando la vanidad en lugar de esta, es la vanidad quien contesta: “Am, mmm, lo mejor sería planearlo un poco mejor, ahora estoy en medio de un proyecto que me promete un ascenso (además de que no lavé los platos, la ropa, mi sala es un desastre). Un escenario tan común en que la vanidad se antepone sobre todo, y en este caso, se olvida que un amigo visita al propio por amistad, más no para vigilar el estado de su vivienda. Pero en fin, si la vanidad rige la vida de algunos, mejor no juntarse que con aquellos que la desprecian sobre todas las cosas pues el desenlace para lograr un punto de equilibrio nunca existirá.

IreneO dijo...

Generalmente cuando estamos más apurados, por salir de casa, ya que tenemos un compromiso, es cuando se nos olvidan aquellas cosas que son importantes, hoy era un día importante tenía una firma en registro, y como todos sabemos para estos trámites se requiere como requisito sine qua non la presentación del documento de identidad. Oh! Sorpresa, cuando me presento en la oficina donde estaban todos esperando por mi, no tenia en mi bolsa el monedero, por tanto como entenderán no tenia mi documento de identidad. Y allí empezó el estrés, no tenia carro, correr a llamar para que me llevaran a mi oficina a buscar el monedero, y para la variar el trafico era infernal pensé que no iba llegar nunca, por lo menos no olvide las llaves de la oficina, entre y el gaveta estaba mi monedero, Salí de nuevo corriendo al registro, luchando con ese tráfico, al llegar habíamos perdido el turno por mi culpa y tuvimos que pasar una amena mañana juntos en ese sitio, todos estaban molestos conmigo por ser tan despistada.